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05 diciembre 2007

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No siempre nos gusta lo que refleja ese nuestro espejo,
hay veces incluso que ni siquiera nos vemos reflejado.
Tétrica virtualidad de la propia realidad oscurecida por
esa visión no del todo clara de cuanto gira a nuestro
alrededor. Mística tiranía que nos imponemos a nosotros
mismos ante todo aquello que nos borra la percepción
por lo que luchamos, que aun cuanto mas sencillo puede
parecer mas se nos complica y enmaraña, encerrando en
su pequeño universo las posibilidades de asomar la cabeza
por encima de nuestras propias barreras auto impuestas,
produciendo en nuestro arquetipo de esquema mental el
desorden, sin percibir en su justa medida el problema. Al
final siempre llegamos a la misma conclusión de ser nosotros
mismo la causa del nuestro propio desconcierto, de no poder
reflejarnos en el espejo como nos gustaría, de no atajar con
la suficiente antelación lo que hace que lleguemos a esa
situación. El brillo de una sonrisa hace milagros, desempolva
todos esos recuerdos que guardamos en esos cajones sin
fondo, recuerdos de cuando no nos preocupaba tener que
guardar nada, por que lo teníamos todo, recuerdos de cuando
los espejos no alcanzaban a poder reflejar esa niñez que perdida
en el tiempo y en el espacio grita por volver a reencontrar la
posibilidad de ese equilibrio perdido en alguna estación de nuestro
recorrido. Quiero seguir reflejandome en el espejo, necesito seguir
dibujandome la sonrisa como cada día y volver como volverá ese
tiempo a mi reloj, como volverá esos motivos por los que no debo
olvidar a ese niño que aun sigo teniendo dentro....

1 comentario:

  1. Aunque haya que seguir guardando, sin enseñar nada, como cuando éramos niños y había algo que ocultar a los mayores, sabemos que nuestra cara, nuestra vivencia diaria nos delata. Pero solo ante el que sabe lo que ocultas. Es la complicidad. Los otros, solo te verán radiante.Y se alegrarán. Se supone.

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