De pequeño, me regalaron una enorme caracola,puede parecer un simple regalo, pero para un niño, cualquier regalo, por pequeño que este sea, puede convertirse en algo muy especial, entre otras cosas por que saben darle utilidades que nosotros,los adultos, ni siquiera somos capaces de imaginar.
Recuerdo sus colores pasteles, su tacto suave, su intenso olor a mar, el mismo que identifique la primera vez que me halle frente a el, como si toda la vida hubiese estado a su lado aun naciendo en el interior y sin mas mar que el de las fotografías, lo adopte como el mejor cómplice de mis giros desde aquel primer encuentro con algo mas de siete años, desde entonces no me he vuelto a separar de sus orillas, disfrutando la atracción tan especial que ejerce sobre mi.
Tuve una época demasiado inquieta, con la caracola pegada a mi oído todo el tiempo, no dejaba de soñar, de buscarle razones a ese sonido que me absorbía, acariciaba la caracola cuan lampara mágica, intentando sacar la magia que guardaba en su interior, reclamando mis tres deseos, buscándole respuestas a mis preguntas, sin dejar de repetir la misma cantinela, del por que el mar, se oía en su interior.
Hubo muchas posibilidades, recuerdo algunas respuestas, pero ninguna llego a convencerme lo suficiente, salvo la que recuerdo con autentico cariño, la única que cumplió mis expectativas, la misma que repito cuando alguien se extraña de oír el mar en su interior y es que se oye ahí para todos aquellos que no pueden escucharlo de cerca, siendo una bonita forma de tener un pedacito de mar al alcance de los sentidos.
Recuerdo sus colores pasteles, su tacto suave, su intenso olor a mar, el mismo que identifique la primera vez que me halle frente a el, como si toda la vida hubiese estado a su lado aun naciendo en el interior y sin mas mar que el de las fotografías, lo adopte como el mejor cómplice de mis giros desde aquel primer encuentro con algo mas de siete años, desde entonces no me he vuelto a separar de sus orillas, disfrutando la atracción tan especial que ejerce sobre mi.
Tuve una época demasiado inquieta, con la caracola pegada a mi oído todo el tiempo, no dejaba de soñar, de buscarle razones a ese sonido que me absorbía, acariciaba la caracola cuan lampara mágica, intentando sacar la magia que guardaba en su interior, reclamando mis tres deseos, buscándole respuestas a mis preguntas, sin dejar de repetir la misma cantinela, del por que el mar, se oía en su interior.
Hubo muchas posibilidades, recuerdo algunas respuestas, pero ninguna llego a convencerme lo suficiente, salvo la que recuerdo con autentico cariño, la única que cumplió mis expectativas, la misma que repito cuando alguien se extraña de oír el mar en su interior y es que se oye ahí para todos aquellos que no pueden escucharlo de cerca, siendo una bonita forma de tener un pedacito de mar al alcance de los sentidos.