Los espacios están vacíos y los duendes al fin son mios, no hay prisa por terminar, recreo en el orden del desarreglo la multitud de objetos que amontono sin darme cuenta delante de los espejos, objetos que aprendo a no ver, pero que rompen el equilibrio abotonado del momento en el que dejo de tener localizada la huella de sus encuentros, son como el verde de las enredaderas, que si te descuidas se comen las esperas, escondiendo todo aquello que anda tras sus sombras, desorbitando la cantidad de minutos vividos y olvidados, sin podarlos de vez en cuando porque sus efectos desaparecen para solo ser reabiertos en sueños, pero sin darme cuenta acabo acomodandome en la sala de estar de mis recuerdos y sin dejar de volar mi cansada premura de cuando eran un niño, entre sortilegios y revoltijos, me dejo pensar si al recorrer cada habitación de mi cabeza pudiera hacer recuento y desechar aquellos tormentos que impiden la holgura para sonreír en algunos momentos...
pd:
Los momentos
nunca serán
los adecuados
si no hay
una predisposición
para que así lo sean...