Tiempo de sueños, de esperas y deseos para interpretar la belleza eterna de sus besos, acurrucados bajo el manto estrellado, donde se eriza el corazón y el alma se estremece sin rodeos.
Tiempo inerte, de pensamientos y paseos sobre la dermis ansiada e idealizada, cadencia ingrávida de versos compartidos, donde se atestigua el sosiego y la complicidad de una mirada.
Tiempo y espacio, de estímulos y dulzura infinita a través de pasadizos secretos e infinitos, rodeados de cielos aterciopelados, donde se transforma el aire y los sueños en giros circunscritos.
Tiempo de relojes, de instantes y momentos construidos a partir del aquí y ahora, sin el temor reverencial a la relatividad del tiempo, donde girando a mi alrededor, construiremos la eternidad más esperanzadora.
PD:
La eternidad no es el final,
siempre es un nuevo comienzo.