PD:
Por mucho que pasen los años
y como cada trece de octubre
dejo a mis recuerdos convertirse
en palabras…
Al filo del universo
el mundo se detiene
y las prisas contagian
el dolor del momento.
Sombras eléctricas
recorren los entuertos
y la noche desdibuja
el color de sus versos.
Sopla y resopla el viento,
melodrama inconcluso
de sueños inalcanzables
y teoremas explícitos.
Girando a mi alrededor
lo prohibido es efímero
y los besos se arriman
al filo del universo.
Pd: Al filo del universo, el tiempo desaparece...
Tiempo de sueños, de esperas y deseos para interpretar la belleza eterna de sus besos, acurrucados bajo el manto estrellado, donde se eriza el corazón y el alma se estremece sin rodeos.
Tiempo inerte, de pensamientos y paseos sobre la dermis ansiada e idealizada, cadencia ingrávida de versos compartidos, donde se atestigua el sosiego y la complicidad de una mirada.
Tiempo y espacio, de estímulos y dulzura infinita a través de pasadizos secretos e infinitos, rodeados de cielos aterciopelados, donde se transforma el aire y los sueños en giros circunscritos.
Tiempo de relojes, de instantes y momentos construidos a partir del aquí y ahora, sin el temor reverencial a la relatividad del tiempo, donde girando a mi alrededor, construiremos la eternidad más esperanzadora.
PD:
La eternidad no es el final,
siempre es un nuevo comienzo.
La mirada perdida y la garganta cansada, lamentándose de no poder tragar la soledad que deparó su despertar, un buen día, sin darse cuenta, pero sufriendo la nada bajo la piel, se reencontró con sus sueños adormecidos, susurrando promesas de papel, desplegando el tiempo a intervalos despreocupados, en el corazón la miel y en el alma, el tropel acelerado macerando la hiel, la mirada perdida, indiscreta la almohada que a sabiendas de la oscuridad, no deja de reflejar la necesidad de poder contar su verdad.