Una vez mas el despertador cumplió su función, a rajatabla, como si le fuera la vida en ello, resuena en toda la estancia, como queriendo confirmar el liderazgo del tiempo a pesar de todo y de todos, a tientas te levantas cuan naufrago al tomar conciencia en la playa que lo acoge, con los ojos cerrados recorres el espacio hasta el cuarto de baño y al encender la luz te aplasta su luminosidad, como de costumbre, dándote a entender que es hora de despertar, al miccionar liberas la abstinencia de una larga noche y descubres la primera satisfacción del día, no todas tienen que ser como esta, pero es un buen comienzo, en el lavabo te dejas caer porque tus fuerzas siguen sin responder, el agua te ayuda a reaccionar, su frescor va desparasitando el sueño pegado a tu mirada, y secándote recibes por primera vez al despertar el reflejo en el espejo como algo sobrenatural, sin llegar a reconocer del todo aquella persona que te sonríe, porque sonríes, porque así lo decidiste hace mucho tiempo, y es que despertar con una sonrisa a veces se convierte en toda una odisea, pero aun así es una buena forma de empezar el día, es entonces cara a cara cuando saltan la preguntas, las mismas de siempre, ¿quien eres tu?, ¿a que has venido?, ¿cual es tu propósito?, mientras tanto, sigues sonriendo, plagiando la felicidad, sin saber que responder, como si la cosa no fuera contigo, como si el mundo se hubiese detenido, acabas por dejarlo pasar, la rutina marca su territorio y ha de continuar, el resto es otra historia, también se puede contar, pero eso es harina de otro costal...