De repente sintió la necesidad de poner los pies en el frío suelo de invierno, medio dormido y descalzo, buscaba torpemente las zapatillas. Por un momento pensó que tampoco importaba demasiado, había cosas que le urgían mas, pero sin proponérselo y al levantarse de la cama, tropezó con ellas. Allí estaban, confortables y mullidas como a el le gustaba, esperándole desde la noche anterior. Las calzo y en pijama, con los ojos en su lucha por abrirse a cada paso que daba, se encamino hacia el comedor como si alguien o algo extraño le insistiera en la premura de llegar cuanto antes. Tenia que llegar el primero, cada seis de enero se esforzaba en llegar antes que su hermano, ganarle el primer puesto aun siendo el mas pequeño, le hacia sentir importante. Sus cuerpo pequeño le hacia sentir ligero como una pluma, cómodo a pesar de su altura e ilusionado por lo que esperaba encontrar, todo le parecía distinto, aunque todo lo que le rodeaba resultaba bastante familiar. Pareciera como si aquella vieja maquina de coser a pedales luciera mas brillante que nunca, los viejos muebles, las fotos de los abuelos, de sus padres, imágenes que siempre estarían presentes, de eso estaba seguro, aun con el paso inexorable del tiempo. Todo resultaba especialmente diferente aun estando cada cosa en su sitio y eso era lo que mas le hacia sentir bien. Las luces intermitentes del árbol de Navidad en el comedor destellaron en su mirada, resplandeciendo de felicidad. Sonrió con aquella mirada picara de quien se sabe vencedor, había sido el primero en llegar y ya imaginaba como iba a disfrutar su victoria ante su hermano. Pero ahora era lo menos importante, su atención se centraba en los paquetes que había bajo el árbol pequeñito y enclenque de hojas, el mismo que había engalanado de florituras brillantes, hechas por sus propias manos consiguiendo que fuera el mas bonito de todos cuantos había visto, no en vano, era el suyo. Se apresuro a llegar junto a el, mientras el tintineo de los cristales de la lámpara del comedor a su paso configuraba la melodía perfecta al descubrimiento de los regalos. No atinaba a decidirse por cual abrir, estaba claro que los suyos estaban bajo su zapato, el mismo al que limpio y saco brillo la noche anterior, tenia que causarle buena impresión a los Reyes Magos y a juzgar por los caramelos y regalos, había conseguido el propósito. Respiro aliviado y cuando se decidió por el regalo que quería abrir algo le saco de su intención. Empezó por oír lo que parecía una manada de caballos trotando hacia el comedor, cada vez mas fuerte, mas cercano. Se giro a su alrededor y pudo presenciar que la manada de caballos eran sus hijos, deseosos de abrir sus regalos. La lámpara de cristales desapareció de repente, los viejos muebles, las fotos antiguas, el árbol de Navidad se veía ahora mas grande, mas poblado de hojas y guirnaldas, no era la primavera, seguía siendo artificial, pero no era el mismo que minutos antes presenciaba. En su afán por llegar a los regalos tropezaron con el, enfrentándolo al espejo que presidía el comedor, uno de los regalos de bodas de sus suegros. El reflejo le devolvió a la realidad, ya no era el niño que imaginaba ser minutos antes, el gris empezaba a ganarle terreno a sus sienes y sus ojos ya no lucían tan grandes. Por un momento, pensó en lo feliz que había sido volviendo a ser niño, pero que puñetas...el ruido que hacían sus hijos abriendo los regalos le hizo volver a sonreír, con aquella sonrisa picara de quien se sabe vencedor, había llegado el primero y eso era lo que importaba,volvió a girar a su alrededor, por que algún regalo tendría bajo aquel árbol que sin ser el de su infancia, bien cobijaba ilusiones…