Es el calor de tu presencia, el color de tu amor, el dolor de tu ausencia, ese que está instalado en mi alma, es el todo que no se va, por más que pase el tiempo.
Son las cicatrices que aparentan cerrar, pero debajo, laten heridas que no terminan de sanar.
Es la falta de tus risas, esas que no quiero olvidar, porque en ellas se reflejan la falta de luz que sufre la oscuridad.
Es el brillo en tu mirada reflejado en mi recuerdo, devolviéndome por un instante, lo que ya no tengo.
Es aprender a convivir con el vacío y aceptar tu ausencia, aunque el corazón siga negándose a ello.
Es el tiempo que avanza, pero no conseguirá a pesar de los años, diluir la profunda huella de tu partida.
Me aferro a tu sonrisa, a tu voz, a esos fragmentos de vida que compartimos, a sabiendas que, aunque ya no estás, sigues presente en mis recuerdos y en cada rincón de mi ser.
Es el dolor que persistirá por siempre y aceptarlo no significa ni significará dejar de sentirlo, y aún aprendiendo a vivir con tu ausencia, el cariño no morirá ni dejará de darme fuerzas para continuar.
PD:
Por mucho que pasen los años
y como cada trece de octubre
dejo a mis recuerdos convertirse
en palabras…
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