No dejo de sentir una profunda lucha interna al convivir con mis propios demonios mentales, donde exploro la incertidumbre de mi trayectoria, anhelando la perfección que percibo tan inalcanzable como esencial. Viviendo en un constante pasaje de contradicciones, cuando el deseo de encontrar orden en medio del caos, es la búsqueda del ideal en una realidad que parece resistirse, constante e inevitable enfrentamiento conmigo mismo. Acaricio las sombras que se aferran a mis pensamientos, siluetas que gritan entre susurros, maceradas por las dudas y certezas que jamás se reconciliaran, en cada paso, un reflejo de mi propia disonancia, un intento por trazar el rumbo en un mapa imaginario. Cultivo los demonios que se instauran en mi cabeza, descubro la ambigüedad que atesoran mis pasos, es la cruel perfección nunca habilitada y jamás encontrada. Y mientras avanzo, sigo sembrando esa cruel perfección que solo...
Aquí estoy, despidiendo un año que me enseñó más de lo que esperaba, quizás más de lo que estaba preparado para asimilar. No fue perfecto, pero nada es perfecto, ¿Quién lo necesita perfecto? Fue real y eso es lo importante, con sus luces y sombras, algunos días que me hicieron volar y otros me arrodillaron frente a mis propias limitaciones. Mirando atrás con humildad, reconociendo no solo aquello que conseguí, sino también lo que me faltó, como los abrazos que no di, las palabras que guardé, tal vez por miedo, o quizás por olvido, las veces que fui duro conmigo mismo o con quienes me rodearon. Pero también reconozco los pequeños pasos, los intentos honestos, las ganas de construir y no de destruir, de ser alguien un poquito mejor que el día anterior. El año que llega no me pedirá ser invencible, solo valiente. Valiente para mirar hacia adentro y seguir en paz, ante todo, conmigo mismo, valiente para tender puentes con quienes me rodean, aunque a veces se t...