
De nuevo el amanecer hace acto de presencia, el calor empieza a delegar el protagonismo a ese frialdad cada día mas evidente.El coro de hojas mecidas por el viento, cantan y bailan al son de su antojo, acumulando la humedad a lo largo de las aceras, mientras en el asfalto los coches se empeñan en hacerla desaparecer rodando a toda velocidad. La gente ensimismada en su despertar se mueven como autómatas, con el papel bien aprendido en sus diferentes formas, la mirada en blanco y los pasos ensayados, fieles a cada minuto, a cada segundo. El viento y el frio de la mano vienen cogidos, ejerciendo el movimiento, acompañando al tiempo. Interpretando su consabida melodía, la mañana no deja de avanzar, como así la conglomeración de partículas irrespirables, impregnando cada esquina, cada rincón, conjunción de olores entremezclado con el aroma del café que se aventura a pasear, escapándose por entre las ventanas del viejo bar. En el cielo nubarrones tejiendo su tupido color,a hurtadillas el sol lucha por emerger, ganandose el hueco para poder ofrecer sus brillos. El mar a lo lejos riza sus olas, caracolillos de espuma haciendo de eco, a su compinche el cielo. Sensación anticipada impregnándolo todo, invisible para quienes no salen de la rutina, la lluvia girando a mi alrededor, sueña con regresar, añorado su papel estelar, al lado de su idolatrado otoño.

