
Muere un gran poeta
y va cruzando fronteras,
derramando acentos,
sin querer abandonar
los recovecos conquistados,
Lo intemporal y lo abstracto
conjugaran teoremas explícitos,
de sabores y colores intactos,
manoseando sentidos exquisitos.
de la dulzura de sus cantos.
Donde partirán ahora sus letras,
aquellas que nunca vieron la luz,
que papel se hará dueña de ellas,
en el teclear intrépido del andaluz
recreando la doma de sus sentidos.
Dibujará el perfil mas sinuoso
de cuantos vaivenes descubrió,
al son de lo que nunca ambiciono,
entre volteretas en nubes de algodón
susurrando a escondidas palabras de amor.
Ya no habrá mas noches de alquiler,
triste la luna se quedo sin inquilino,
no recorrerán las letras por sus venas,
por que murió de Antequera, su poeta...
y va cruzando fronteras,
derramando acentos,
sin querer abandonar
los recovecos conquistados,
Lo intemporal y lo abstracto
conjugaran teoremas explícitos,
de sabores y colores intactos,
manoseando sentidos exquisitos.
de la dulzura de sus cantos.
Donde partirán ahora sus letras,
aquellas que nunca vieron la luz,
que papel se hará dueña de ellas,
en el teclear intrépido del andaluz
recreando la doma de sus sentidos.
Dibujará el perfil mas sinuoso
de cuantos vaivenes descubrió,
al son de lo que nunca ambiciono,
entre volteretas en nubes de algodón
susurrando a escondidas palabras de amor.
Ya no habrá mas noches de alquiler,
triste la luna se quedo sin inquilino,
no recorrerán las letras por sus venas,
por que murió de Antequera, su poeta...
Yo no sé desear más que la vida,
porque entre las victorias de la muerte
nunca tendrás la grande de tenerte
como una de las suyas merecida
y porque más que a venda y más que a herida
está mi carne viva con quererte,
e igual mi corazón que un peso inerte,
halla su gravedad en tu medida.
¡Qué temblor no tenerlo en ningún lado,
ni en el pecho, la vena o la palabra,
y a lo mejor en valle, fuente o roca!
¡Corazón prisionero y emigrado,
que con cada latido el hierro labra,
y que convierte en sueño cuanto toca!
porque entre las victorias de la muerte
nunca tendrás la grande de tenerte
como una de las suyas merecida
y porque más que a venda y más que a herida
está mi carne viva con quererte,
e igual mi corazón que un peso inerte,
halla su gravedad en tu medida.
¡Qué temblor no tenerlo en ningún lado,
ni en el pecho, la vena o la palabra,
y a lo mejor en valle, fuente o roca!
¡Corazón prisionero y emigrado,
que con cada latido el hierro labra,
y que convierte en sueño cuanto toca!
JOSE ANTONIO MUÑOZ ROJAS