Posiblemente sea inútil escribir
cuando las palabras pesan,
cuando aquello que quiero decirte
no hace más que caer
en el vacío de los versos.
Versos que
se rompen por el peso
de
sentimientos demasiado grandes
para contenerlos, como hojas
llevadas
por el viento, frágiles
ante la inmensidad del cielo.
No tengo
flores; las heladas
se llevaron cada pétalo,
pero desde esa tierra desnuda
brota la
tenacidad de un nuevo
comienzo al amanecer.
Aprender a perder es el desafío más duro,
sabiendo
que no eres mía,
aunque nunca lo fuiste,
y el silencio de tu ausencia llena
las habitaciones de sombras.
Los
bares son refugios temporales,
donde los corazones heridos
buscan
consuelo, y entre vasos
medio
llenos, el tintineo de los brindis
es la
risa del bálsamo efímero.
Te
recuerdo en cada replique de copas,
y te olvido con cada amanecer,
en este ciclo perpetuo donde la esperanza
y el olvido se entrelazan en quejidos de
un corazón compungido.
Vivo girando a mi alrededor, entre locuras,
la propia y la del mundo que me rodea,
encontrando en cada día un desafío,
y en
cada noche, una lección con la que
intentar llegar a un nuevo amanecer.
En momentos de lucidez,
y en las muchas veces que tropiezo,
y en las muchas otras que me levanto,
una voz interna susurra:
" Confía en la
luz que reside en tu interior”
pd:
Confía en la luz que reside en tu interior...