Aquí estoy, despidiendo un año que me enseñó más de lo que esperaba, quizás más de lo que estaba preparado para asimilar. No fue perfecto, pero nada es perfecto, ¿Quién lo necesita perfecto? Fue real y eso es lo importante, con sus luces y sombras, algunos días que me hicieron volar y otros me arrodillaron frente a mis propias limitaciones.
Mirando atrás con humildad, reconociendo no solo aquello que conseguí, sino también lo que me faltó, como los abrazos que no di, las palabras que guardé, tal vez por miedo, o quizás por olvido, las veces que fui duro conmigo mismo o con quienes me rodearon. Pero también reconozco los pequeños pasos, los intentos honestos, las ganas de construir y no de destruir, de ser alguien un poquito mejor que el día anterior.
El año que llega no me pedirá ser invencible, solo valiente. Valiente para mirar hacia adentro y seguir en paz, ante todo, conmigo mismo, valiente para tender puentes con quienes me rodean, aunque a veces se torne difícil. Quiero volar alto, pero no para escapar, sino para mirar desde otra perspectiva los pequeños detalles de la vida, con más generosidad, con más amor, con más ganas de sumar y por supuesto, no de restar.
No se trata de conseguir grandes logros ni de promesas que parezcan perfectas. Se trata de estar bien conmigo mismo y con los demás. De aprender a decir que no cuando es necesario y de decir que sí cuando mi corazón lo pide. De seguir adelante, no por obligación, sino porque el camino siempre ofrece una nueva oportunidad para intentar ser un poquito más feliz.
Que este nuevo año sea un espacio para eso: para volar, para caer si hace falta, para levantarnos con más fuerza y más ternura. Para ser, simplemente, más humanos y buscar ese halo de luz que nos proporciona la felicidad.
PD:
FELIZ AÑO NUEVO
FELIZ 2025
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