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28 septiembre 2025

EL ABISMO DE TU AUSENCIA

 


Un hombtf camina hscis el escaparate donde recrea la ausencia de su amada en la figura de un maniquí del escaparate de una tienda.



La noche se estremecía, cómplice silenciosa de mis pensamientos, extendiéndose ahora, largo y tendido por la vereda de adoquines.


Aquella pregunta, repetida una y otra vez sobre el tenue tintineo de mis pasos, era el único sonido que importaba.


Entre destellos de farolas lejanas y oscuridades que lo engullían todo, el sollozo apenas audible del viento y la humedad que se pegaba a la piel, seguía caminando sin rumbo fijo.


No tenía destino alguno prefijado, solo el deseo de que la melancolía que me envolvía como un sudario no limitara mis movimientos.


La fragancia de la noche, antes dulce, ahora se mezclaba con la soledad derramada por mi alma, una capa invisible que impregnaba cada esquina de mis recovecos interiores.


Era el verso y la prosa desahuciada de un corazón que, por más que intentaba, no lograba escapar, sintiéndome perdido, no en las calles, sino en el abismo de tu ausencia que me habías dejado. 


Un vacío insondable, un peso intangible, pero denso, instalado en cada rincón escondido de mí ser; en cada aliento que no te pronunciaba, pero que te buscaba en cada mirada.


No era una caída estrepitosa, sino una lenta implosión emocional. La vida seguía girando a mí alrededor, aunque solo lo suponía.


Las luces de los coches, el murmullo lejano de alguna conversación, el tintineo de un vaso en un bar, viajaban con mis pensamientos, pero mi mente, mi mundo, se reducía a ese pulso constante de tu imagen que no alcanzaba a desvanecerse.


Cada pausa, cada segundo entre un pensamiento y el siguiente, era un abismo donde tu recuerdo se proyectaba una y otra vez. Te buscaba, no por una esperanza consciente, sino porque mis pasos y mi alma lo hacían instintivamente.


Una condena autoimpuesta, una melodía sin fin que solo yo podía escuchar en el silencio de la noche, a lo largo de la vereda de mis emociones.


 

Un hlmbrf joven delante de un escaparate observa a la maniquí vestida de rojo imahinanfo la mujer por la que suspira du ausencia.


 


Pd:


Resignado a la inercia, 

dejé que los pasos sin rumbo

 huyeran de mí mismo. 

Quizás así, el destino, 

con caprichosa ironía, 

se prepararía para jugar 

su mejor carta.




El hombre abandona el escaparate, la maniquí y su imaginación pats continuar su camino.calle abajo





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