Nada como la compasión que impresiona la razón, recuerdos a corto plazo invadiendo la adicción de sucumbir a la mala interpretación, signos y jeroglíficos que acabaran sacándonos de quicio, del sitio que inventamos para conseguir la fortificación, burbuja de falsos colores donde no valen nada los estereotipos preconcebidos, todo parece recrearse al ritmo de la desdicha, sin existir ningún lugar donde ir, ni razón convincente para atrevernos a cruzar el puente, majestuosas convicciones que hacen de los infiernos el pretérito perfecto para dar por finalizado el intento de formar parte del viento, hundidos en el fango resuenan espectrales aullidos, escenificando la impotencia con la parquedad de las palabras salpicadas de sangre, pero valientes y convincentes desarrollamos la defensa a ultranza del destino, dando rienda suelta a lo que no nos pertenece, porque no hay nada más concluyente que recurrir a la ironía cuando nos sentimos acorralados.
Todos portamos miserias que habitan bajo la piel, inquilinas
del lado oscuro, rezumando inquisiciones por doquier, causantes de locuras
transitorias son sus devastadoras consecuencias, aniquilarlas depende en gran
parte de la posibilidad de darnos la oportunidad de quererlas vencer, de
arrebatarle a esa media docena de infiernos el protagonismo y encontrar un
resquicio por donde lograr un pedacito de cielo.
Recurrir a la ironia aunque no estemos acorralados... es signo de ... De qué mi poeta???? ¡Ayúdame! Bss, y siempre... debajo del puente, siempre!!
ResponderEliminarMe quedo con la última frase. Es algo que hice no hace mucho.
ResponderEliminarEs cierto todos tenemos nuestro infierno particular y que aflora cuando menos queremos o lo esperamos. Pero siempre tiene que quedarnos la esperanza de ese pedacito de cielo que algún día aflorará y nos hará sonreir.
ResponderEliminarBesos y susurros con dulzura
Debemos pensar que podemos salir de ese infierno particular sin que nos devoren nuestros demonios...buscando la luz lo encontraremos.
ResponderEliminarBesos a tu alma