A la misma hora de un día cualquiera, cuando el sol aun se esta pensando si despertar o no, entre movimientos autómatas, calculados y milimetrados en décimas de segundo, es evidente que el ritmo no pierde compás alguno, la coreografía se cumple a rajatabla, no hay tiempo para la improvisación, cada gesto o acción corresponde a la misma reacción, el despertar a un nuevo día, es entonces cuando todo a mi alrededor cobra vida en la función, la taza recibe la leche, que alborotada conjuga pompas de emoción, el microondas las recibe con satisfacción, aprovechando la oportunidad de proporcionarle un buen calentón, mientras tanto el cuchillo travieso juega con las rebanadas de pan que tostaditas y crujientes inventaran como siempre un nuevo salto mortal hacia hacia delante o hacia detrás, la mantequilla resbaladiza no esta dispuesta a dejarse coger, mientras el azúcar mareada no deja de da vueltas en la taza por culpa de una cucharilla loca de atar, tratando de convencerle como cada día de hacer de Celestina con la leche y la negrura del café, el zumo de naranja expectante espera el momento de atajar la cuestión, a fin de dar por finalizada la discusión, la tostadita caliente, por fin domina la situación y la mantequilla acaba rindiendo honores a su calor, no puedo por menos que pensar esbozando una sonrisa, que atajo de chiflados se juntan en mi mesa para desayunar...
pd:
Habría que dosificar
las prisas del día a día
que nos impiden imaginar
como reaccionarían
las pequeñas cosas
a nuestro alrededor...
Excelente radiografía de un desayuno con prisas.
ResponderEliminarCon qué facilidad has dotado de vida cada pieza o elemento de esta cotidiana escena.
Besos.
Interesante relato,abrazo
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