Había salido a fumar un cigarro y era difícil no
prestarle atención, uno de esos locos bajitos estaba sentado en un escalón del
porche, en un principio pensé que se había perdido, pero no, sus padres le
observaban desde el interior del local, sin quitarle la vista de encima.
Se le intuía unos ojos gigantes, impresionantes, cuando el azul de cielo se pudiera reflejar en ellos las nubes dejarían de existir, pensé que no seria de extrañar que al abrirlos de par en par se pudieran comer el mundo sin demasiada dificultad.
Se le veía lloroso, triste, como fuera del lugar donde querría estar, no pude remediarlo y me acerque junto a el, le pregunte que le pasaba, si se había perdido, me miro con sus grandes ojos y mientras rodaba por sus mejillas un par de lagrimones me contesto que estaba triste.
Soy muy malo para esto de las edades, pero me pareció que tendría alrededor de los cuatro o cinco años, en sus manos portaba un pequeño coche, rojo metalizado, con todo lujo de detalles, un coche en miniatura que por un momento pensé, eso si que era un coche y no los de mi época.
Me senté a su lado, de frente a la carretera, ni siquiera se inmuto, el fluir interminable de los coches eran el testigo alocado de la secuencia. Tras unos segundos y mientras seguía sollozando le pregunte por que estaba triste. Por que no tengo con quien jugar, me contesto. Mi hermana no quiere jugar conmigo, dice que soy un pesado.
Bueno, no hay que tomárselo a mal, suele pasar que los hermanos mayores se cansen de los pequeños como nosotros, le dije. Por un momento dejo de sollozar y mirándome cómplice me pregunto. Tú también eres pequeño… No tanto como tu, pero si, de los dos hermanos, yo soy el mas pequeño. Y también te ponías triste si no jugaba contigo, volvió a preguntarme. Si es verdad, en realidad me ponía triste con bastante facilidad, no hay que avergonzarse de ello.
Me vino a la cabeza ese niño que fui, un niño de mirada triste, aun sigo conservando en la mirada esa tristeza, en parte debido a mi miopía, por otro lado a mi extremada timidez, al continuo ir y venir de mis desavenencias con la vida y mis desbarajustes que se salen de lo normal.
Como te llamas le pregunte. Mario, me contesto y a su vez quiso saber mi nombre. Jose le dije. Sabes Mario...que..., me contesto, a veces, proseguí, debemos conformarnos con estar en soledad, pero no por eso debemos ponernos tristes, necesitamos ser el jefe de ven en cuando de nuestro mundo particular, por que no juegas con ese pedazo de coche y te diviertes como se que lo haces cuando eres feliz, seguro que cuando tu hermana te vea divertirte, se acercara a ti y querrá jugar contigo.
Tú crees que lo hará, me pregunto. No siempre resulta Mario, pero al menos te lo pasaras en grande jugando y seguro se te olvidara estar triste en un abrir y cerrar de ojos, este coche tiene pinta de correr mas que uno de verdad y si tu hermana viene, también se lo pasara genial, seria estupendo, no crees...
No se si vendrá, musito. Tu hermano viene cuando te ve jugar solo, me pregunto, no siempre Mario, no siempre... pero no por ello vamos a dejar de quererlos no...termine preguntándole. Nooo..., contesto, pero ella siempre quiere jugar a lo mismo y quiere ser siempre la que manda...Si Mario, es lo malo de ser los pequeñajos, que los mayores siempre creen llevar la razón, pero no te preocupes, seguro que siempre hay algo que guste a los dos, algo que poder compartir...
Se le intuía unos ojos gigantes, impresionantes, cuando el azul de cielo se pudiera reflejar en ellos las nubes dejarían de existir, pensé que no seria de extrañar que al abrirlos de par en par se pudieran comer el mundo sin demasiada dificultad.
Se le veía lloroso, triste, como fuera del lugar donde querría estar, no pude remediarlo y me acerque junto a el, le pregunte que le pasaba, si se había perdido, me miro con sus grandes ojos y mientras rodaba por sus mejillas un par de lagrimones me contesto que estaba triste.
Soy muy malo para esto de las edades, pero me pareció que tendría alrededor de los cuatro o cinco años, en sus manos portaba un pequeño coche, rojo metalizado, con todo lujo de detalles, un coche en miniatura que por un momento pensé, eso si que era un coche y no los de mi época.
Me senté a su lado, de frente a la carretera, ni siquiera se inmuto, el fluir interminable de los coches eran el testigo alocado de la secuencia. Tras unos segundos y mientras seguía sollozando le pregunte por que estaba triste. Por que no tengo con quien jugar, me contesto. Mi hermana no quiere jugar conmigo, dice que soy un pesado.
Bueno, no hay que tomárselo a mal, suele pasar que los hermanos mayores se cansen de los pequeños como nosotros, le dije. Por un momento dejo de sollozar y mirándome cómplice me pregunto. Tú también eres pequeño… No tanto como tu, pero si, de los dos hermanos, yo soy el mas pequeño. Y también te ponías triste si no jugaba contigo, volvió a preguntarme. Si es verdad, en realidad me ponía triste con bastante facilidad, no hay que avergonzarse de ello.
Me vino a la cabeza ese niño que fui, un niño de mirada triste, aun sigo conservando en la mirada esa tristeza, en parte debido a mi miopía, por otro lado a mi extremada timidez, al continuo ir y venir de mis desavenencias con la vida y mis desbarajustes que se salen de lo normal.
Como te llamas le pregunte. Mario, me contesto y a su vez quiso saber mi nombre. Jose le dije. Sabes Mario...que..., me contesto, a veces, proseguí, debemos conformarnos con estar en soledad, pero no por eso debemos ponernos tristes, necesitamos ser el jefe de ven en cuando de nuestro mundo particular, por que no juegas con ese pedazo de coche y te diviertes como se que lo haces cuando eres feliz, seguro que cuando tu hermana te vea divertirte, se acercara a ti y querrá jugar contigo.
Tú crees que lo hará, me pregunto. No siempre resulta Mario, pero al menos te lo pasaras en grande jugando y seguro se te olvidara estar triste en un abrir y cerrar de ojos, este coche tiene pinta de correr mas que uno de verdad y si tu hermana viene, también se lo pasara genial, seria estupendo, no crees...
No se si vendrá, musito. Tu hermano viene cuando te ve jugar solo, me pregunto, no siempre Mario, no siempre... pero no por ello vamos a dejar de quererlos no...termine preguntándole. Nooo..., contesto, pero ella siempre quiere jugar a lo mismo y quiere ser siempre la que manda...Si Mario, es lo malo de ser los pequeñajos, que los mayores siempre creen llevar la razón, pero no te preocupes, seguro que siempre hay algo que guste a los dos, algo que poder compartir...
¡¡Sencillo, amoroso!! como todo tú.
ResponderEliminarBss..
PD necesitaba comentarte... lo necesitaba... estaba jugando sola!
En la vida muchas veces somos Mario, inocentes y esperanzados así como desilucionados por que lo sencillo tampoco alcanza, lo hermoso es que aparecen "Joses" que pese a las dificultades o limitaciones que puedan tener tienen la generosidad de regalarnos un instante de tierna comprensión que hace que la vida valga la pena para los dos, gracias José por el momento que tu compartir ofrece...
ResponderEliminarDe una forma u otra esos "joses" forman parte de nuestras vidas o más nos vale.... Besitos Onubius, muy bien redactada la entrada, engancha.
ResponderEliminarEn cada uno de nosotros hay un 'mario', un 'jose'..., qué se entristece, qué aprende a jugar sólo. Tal vez sería más 'jose', sin lugar a dudas, principiante en el camino diario...
ResponderEliminarAbraçada!
Los chicos son tan simples y hermosos :)
ResponderEliminarMuy lindo José, me encanta ese nombre :)
=) HUMO