Se paseaba la noche por la vereda de adoquines, entre destellos y oscuridades, entre sollozos y humedades, la fragancia dulce, la soledad derramada, el verso y la prosa desahuciada, triste figura pegada a la sombra de sus latitudes, entre risas de estrellas y amadas doncellas, entre sueños e inquietudes discurrieron sus huellas, acabando enterradas por la mala suerte de truenos y centellas que dominaron sus entretelas, junto a la luna menguante de una vida entera, considerando su huida como una epopeya, como si consintiera el dolor que atropella su corazón, todo en la vida tiene su intención, por la vereda, entre luces y sombras, se paseaba la noche, diluyéndose el atardecer una y otra vez, recordándole que nada suele ser para siempre, esa es la cuestión…
Pd:
Pasear por las subidas
y bajadas nos recuerda
que nada podemos dar
por seguro
Si, nada es para siempre, pero todos los afectos, los amores, las pasiones que vivimos van dejando un adoquín, una margarita, un cardo... así vamos construyendo nuestro particular camino mientras haya amaneceres.
ResponderEliminarUn saludo afectuoso, siempre es un placer leerte