
No acierto a comprender cómo se puede hacer daño a quien más quieres, sobre todo cuando, inexorablemente, lo único que pretendes es su bienestar.
Anoche derramé lágrimas que pensaba ya no tener. Dicen que nosotros, los hombres, no debemos llorar.
¿Cuántas mentiras puede contener una frase?
¿Cuánta indiferencia puede acarrear?
Quien no ha derramado una lágrima será porque no tiene corazón, porque nunca tuvo la oportunidad de sentir...
Posiblemente, cuando hagamos daño, será porque no nos ponemos en el lugar del otro, cuando egoístamente damos por sentado que será lo mejor, sin comprender hasta qué punto pueden malinterpretarse nuestras palabras.
De nada sirven las disculpas cuando el daño ya está hecho. De nada sirve dar marcha atrás a tanto dolor.
Lo único que nos queda es aprender de esos errores, esperar a que todo vuelva a girar a nuestro alrededor y que las cicatrices terminen por cerrar, esperando en el fondo que puedan llegar a perdonarnos.
Hay que llorar. Es sinónimo de vida, de colores, de tormentos y de ansias por vivir con más libertad aún. Es un refugio que teníamos vetado como otras muchas cuestiones. Solo es malo cuando se llora por hacer daño.Y no es tu caso.
ResponderEliminar