Siempre había sido alguien especial, muy responsable
pero a la vez divertido, alguien que llenaba las fiestas tan solo con su
presencia, alguien que siempre tenía una sonrisa en la boca, por eso no
entendía muy bien su cambio de actitud, poco a poco se iba convirtiendo en un
demente, tan pronto lo veías reír como llorar o simplemente buscando trufas en los árboles...
Pero lo que más llamaba la atención era su falta de equilibrio, de
coordinación y percepción de la profundidad, como si fuera atáxico, no en vano
aquel día en el parque de atracciones cuando intento darle de comer al
chimpancé por poco se cae de bruces contra el suelo, pensando que así estaría
más cerca del animal, o aquella otra vez con la botella de vino y el
sacacorchos, que no atinaba abrir debido a sus movimientos compulsivos, como si
estuviese temblando de frío...
Realmente no sé lo que le estará sucediendo al
pobre Miguel, pero si me gustaría que no fuera nada, me gustaría verlo haciendo
tonterías como cuando se ponía la peineta en la feria, como cuando nos hacía
reír sin ganas porque estábamos pasando una mala racha, un mal día...
El mal día ahora parece tenerlo él, y tenemos
que hacerle reír aunque no quiera, aunque no tenga ganas, porque su romance con la vida, no puede terminar así, tiene que
seguir viendo lo que está girando a su alrededor...
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