No existe el ruido, ni los silencios concretos,
tan solo el tiempo embalsamado en lugares secretos.
Nada que llevar, nada que pudiera molestar,
tan solo la verticalidad de que todo vuelva a empezar.
Increíble disfrute de paseos por las nubes, de sueños etéreos,
de besos a juego en el tintineo de las noches que sucumben
a
los versos risueños.
Nada que enturbiar, ni colores que difuminar,
tan solo una paleta con la que dibujar sin pestañear.
No existe el contacto, ni la desidia pegada a la piel,
tan solo la orilla del mar donde cabalgo a lomos de mi corcel.
Desordenando mis días de supuestas contrariedades, donde la
esperanza dobla la jugada y la mirada se pierde sin temor
a ser encontrada.
pd:
Queriendo encontrar
la eternidad...
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